Los poemas antárticos de Rose
El país de las sombras largas al SUR
Fue uno de los inviernos más fríos.
Caminaba por el comienzo del silencio,
que se deslizaba a la costa.
Comenzaba a despertar y crujir el hielo.
El mar como burbujeante champagne
acompañaba el sonido quejumbroso de los lobos.
Como ANIAK, era fuerte, pero sensible.
Intensa y viva detrás senti,
el caminar lento de ERNENEK
marino de amplias manos y lentos pies
bigotes de lobo, por el camino crujiente.
Sentí sobre una tarima de hielo,
su sombra en la mía
y apoyó su cuerpo, envolviéndolo,
entre la piel de mi anorak de nylon y piel
en un abrazo de contorno helado.
Instantes eternos entre el despertar del hielo,
su aliento y el silencio
eran solo uno sin tiempo,
sin miedo.
Como la torcida separación de hielos,
salimos caminando hacia el fuego del hogar
y ahora una sensación intensa sin mover un cabello
en sumisión dual llegaba al fin del tiempo.-
Los esperaba un iglú,
un regalo único,
que solo ellos dos entenderían,
y que en ese país de las sombras largas
en el más crudo invierno
llevaría a esos dos niños a reunirse de nuevo,
sin roces con contemplación
sin miedos.
¡Oh! extraño conocimiento animal humano
que me llevó a vivir tan fuerte,
en esto que tu libro de cuatro meses
en hojas amarillas, llevabas para leer
y vivimos en una realidad natural para el recuerdo.
El país de las sombras largas unía hombre y mujer esquimal
y unió dos espíritus contrarios, por un instante y un lamento,
ROSE.
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