06 febrero 2006

El país de las sombras largas al Sur

Los poemas antárticos de Rose

El país de las sombras largas al SUR

Fue uno de los inviernos más fríos.
Caminaba por el comienzo del silencio,
que se deslizaba a la costa.
Comenzaba a despertar y crujir el hielo.
El mar como burbujeante champagne
acompañaba el sonido quejumbroso de los lobos.

Como ANIAK, era fuerte, pero sensible.
Intensa y viva detrás senti,
el caminar lento de ERNENEK
marino de amplias manos y lentos pies
bigotes de lobo, por el camino crujiente.

Sentí sobre una tarima de hielo,
su sombra en la mía
y apoyó su cuerpo, envolviéndolo,
entre la piel de mi anorak de nylon y piel
en un abrazo de contorno helado.

Instantes eternos entre el despertar del hielo,
su aliento y el silencio
eran solo uno sin tiempo,
sin miedo.

Como la torcida separación de hielos,
salimos caminando hacia el fuego del hogar
y ahora una sensación intensa sin mover un cabello
en sumisión dual llegaba al fin del tiempo.-

Los esperaba un iglú,
un regalo único,
que solo ellos dos entenderían,
y que en ese país de las sombras largas
en el más crudo invierno
llevaría a esos dos niños a reunirse de nuevo,
sin roces con contemplación
sin miedos.

¡Oh! extraño conocimiento animal humano
que me llevó a vivir tan fuerte,
en esto que tu libro de cuatro meses
en hojas amarillas, llevabas para leer
y vivimos en una realidad natural para el recuerdo.
El país de las sombras largas unía hombre y mujer esquimal
y unió dos espíritus contrarios, por un instante y un lamento,

ROSE.

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